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B. Vizcaíno

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            Recojo aquí una pequeña reflexión en el avión, trayecto Lima-Madrid, tras pasar varios meses haciendo inventarios forestal en la selva amazónica peruana, para un proyecto de investigación sobre los cambios del paisaje, combinando datos de campo con imagen satélite.

            "Llegaron el día y la hora de volver, precipitados en una realidad que no alcanzo a entender, o sí entiendo, pero no quiero acogerla. Mi cuerpo se va, pero mi cabeza no hace más que recordar, grabar en la memoria, intentar retener ahí, para que nada pierda su sentido. Para eso escribo en cuadernos, pues, para evitar la pérdida de sensaciones, para permitir a otros, y a mí misma cuando ya no sea la yo de hoy, reconocer todo aquello que vi, sentí y viví, en mis viajes.

Muchas otras cosas las guardo para mí; un poco por egoísmo, un mucho por la imposibilidad de transcripción justa. Cientos de miradas, momentos, sensaciones, risas...muchas cosas se quedan en los entresijos del viaje, en las profundidades del alma, y en el fondo, todos esos minutos inconfesables son los que enriquecen, los que moldean al viajero, los que tejen la tela de la convivencia, de la interculturalidad.

Son estas cosas las que te hacen volver a hacer la mochila con la misma ilusión cada vez que se emprende un nuevo camino.

            Esta mañana, camino del aeropuerto, pensaba en la gente que me he ido cruzando, mucha gente peculiar, especial, rara o incluso extraña. Muchas veces son gente de lo más normal, pero con una cultura diferente. Por eso enriquece viajar, por eso es bonito conocer, por eso merece la pena abrirse al mundo. Algo que he observado en estas tierras peruanas, y es algo de lo que aprender, es que la gente se sorprende de que te intereses por su vida, que ellos consideran simple y cotidiana. Será que estoy acostumbrada a que la gente se sienta importante,  que dé por hecho que su vida es única e interesantísima...

            Y pienso ahora en aquellas primeras semanas de recién llegada a la selva amazónica, de inventariar de sol a sol, y aún un poco más; de sufrir por la muerte de mi abuelito, tan lejos de mi familia y de cualquier hombro familiar donde llorar. Pero poco a poco te tragas las lágrimas, te recompones de tus cenizas y te haces un poquito más fuerte".

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