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B. Vizcaíno

Gabietos

Supongo que quien viera la cara de felicidad de Edesio encontrándonos en Zaragoza, con sus mochilas pero hecho un pincel de bien vestido, pudiera pensar: “Qué tío más raro…” Sin embargo, si algún montañero le vio en el AVE seguro que pensó…ahhhhh, ese se va a Pirineos!! Qué majo! A veces es como estar en Harry Potter, como si fuéramos al revés del mundo, como si los demás no viesen la magia de las montañas, la maravilla de disfrutar de todas las luces del día, de que compense ir cargados, pasar frío, tensión, cansancio, agotamiento…de vestirnos de colores raros…

Llegó pues Edesio al andén 2 ½ y enseguida nos fuimos a “nuestro mundo”, donde la gente es agradable, donde nos conocemos todos, y no tenemos motivos para desconfiar unos de otros, donde las sonrisas son sinceras, no muecas obligadas. El Refugio de Bujaruelo aporta la suficiente magia para transportarnos a Los Alpes, al año 2007 de Jorge, a mi 2006 o a la semana pasada de Edesio…bueno, la botella de vino que nos “cascamos” a modo de pócima también ayudó…

En algún momento de la noche llegaron Xavi y Zuri. Nos levantamos, ya todos, bien pronto. Los Gabietos nos esperan! Pero nos pusimos morados desayunando en una estancia propia de Howarts…tras una puerta discreta. Salimos tarde pero “dejarse llevar, suena demasiado bien” (V. Morla) Porteo conocido entre hayas, rododendros, pinos, rosales, arces…toda la paleta de verdes, toda la magia de la primavera, toda la vida de los renuevos, toda la energía del deshielo…pienso en que, a los árboles les pasa lo mismo que a nosotros: durante los primeros años, las metidas son exageradas, diferenciamos perfectamente el crecimiento de un año al siguiente. Sin embargo, quién diferencia lo que creció el haya durante su  98º año? Algo me saca de mis adentros: Hala!!!…un sarrio nos da clases de cómo trepar por nieve, y encima se gira y nos mira soberbio, por encima del hombro, como diciendo “pequeños saltamontes...”

Estamos animados, y llegamos al collado de…cómo Zuri? De La Forquera?  Edesio mayúsculo, todo un Dumbledore marcando ritmo, abriendo huella, marcándose una travesía, todo “emperiquitado” (N. Díez) en pleno collado. Me transmite su confianza y sigo sus pasos, fascinada por los huequecillos  que ha dispuesto en la nieve, cómodos y limpios, como cantos de sirenas. No quiero escuchar a Jorge, que nos aconseja una ruta más fácil. Voy detrás de Zuri y le hablo con tranquilidad y sosiego, no quiero que el arte que ha dejado Edesio se “manche” de nuestra tensión. Cuando llego a la roca, feliz y contenta, ya está Jorge, Lumix en mano desde arriba. Zuri llega feliz también. Una huella perfecta difumina toda inseguridad posible. Y después Xavi, que tenía un crampón rebelde…

Bajamos cuales cabras, brincando por las rocas hasta la nieve, y nos desquitamos de la mirada del sarrio…

Subimos una enorme pala hasta un collado, que no tiene nombre. Voldemort aparece y nos deja una niebla a 2800, justo en el collado en que estamos. Nos manda también viento, que se lleva nuestra ilusión por la cumbre. Ni los bocatas ni los cortavientos consiguen evitar las tiritonas.  Disfrutamos tanto ya de la primera bajada que no sentimos decepción, ni frustración; qué importancia tiene la cubre si nos lo estamos pasando tan bien!? La bajada se disfruta de principio a fin, tanto deslizando las tablas por la nieve como trepando por las rocas. Se acabó la nieve, pero… “¡¡magia!!” “Si por ahí había continuidad!! Cómo no lo hemos visto?!” Los efectos ópticos y las perspectivas nos proporcionan un acertijo que se resuelve entre risas y ceños fruncidos.

Último truco de magia y de repente estamos limpios, de camino a nuestro siguiente

episodio…

“La marea me dejó arenas de plata,

que pondré en el reloj del tiempo que no pasa”

                                                                                                                                                                                    Gracias por la idea, por la huella, por las risas y por estar.

 

 

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